Description
Al iniciar la lectura de esta novela distópica de Max Valdés Avilés: El sonar del murciélago, el lector se verá sometido a una rara discordia entre la avidez de continuar versus un impulso de interrumpirse y abandonarla; similar al deseo o a la urgencia del despertar de algunas pesadillas que nos mortifican y aturden; o a ese principio de crispación nerviosa que contiene muchas veces el desconcierto de un tipo de texto de esta naturaleza.
El protagonista de El sonar del murciélago se mudará al viejo barrio de Independencia; durante las noches un territorio inopinado y lúgubre. A punto de ser borrado por “la enfermedad del siglo”, los regímenes han intentado sacar de cuajo los cementerios, las infraestructuras mortuorias, los sanatorios que albergan la locura de Avda. La Paz, entre otros, y esta vez –ayudados por una pandemia que solivianta la salubridad de sus vecindarios-, lograrán convencer a los habitantes que abandonen la zona en pos de su supervivencia. Este protagonista se extravía, cae la noche quedando a merced de la oscuridad y el terror, envuelto en una súbita lluvia que lo empapa hasta los huesos. Al regresar a su vivienda hallará una sorpresa pavorosa: los gatos se han reunido en el patio de vidrio y arañan las ventanas para entrar y atacar al hombre. La solución es clara: los envenenará. Los verá arañándose los ojos: desesperados de la terrible dosis letal. El espectáculo de la muerte lo complacerá.
Es un anticipo del primer día del rebrote de la pandemia del 2020 que regresará cuarenta años después. Aquí comienza una aventura aterradora donde la voluntad del mal parece reemplazar al sentido común y a un país, Chile, en quebranto. No solo el orden social se desintegrará, si no también lo ético, a medida que el gobierno intenta contener el contagio con medidas cada vez más represivas e ineptas.
Al leer El sonar del murciélago, tendremos la sensación de estar dentro de una de esas alucinaciones en las que, tratando de llegar a un sitio de salvación, aparecemos en otro peor y escaparnos de ese lugar nos resulta engorroso, prácticamente imposible.
La presente novela El sonar del Murciélago fue escrita durante tres meses, en la montaña, lejos de los más horrorosos episodios de la pandemia.
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